Fabiola
Costa
Mindfulness y autocompasión, Yoga India

Mindfulness y autocompasión

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El MSC puede ser aprendido por cualquiera. Es la práctica de evocar repetidamente la buena voluntad hacia nosotros mismos, especialmente cuando estamos sufriendo, cultivando el mismo deseo que tienen todos los seres vivos de vivir felices y libres de sufrimiento.
La mayoría de nosotros sentimos compasión cuando un amigo cercano tiene problemas. ¿Cómo sería recibir la misma atención solidaria cuando más la necesitas? Todo lo que se necesita es un cambio en la dirección de nuestra atención: reconocer que, como ser humano, tú también eres un digno receptor de compasión.

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Con el constante parloteo de la mente, y dentro del ajetreo de la vida moderna, la idea de la autocompasión puede parecer un objetivo elevado, una emoción lejana que debe alcanzarse en algún momento en el futuro. Pero vale la pena recordar que si hablamos, tratamos y juzgamos a nosotros mismos con gentileza y amabilidad, es mucho más probable que lo traslademos al mundo exterior y a la forma en que interactuamos con los demás y pensamos en ellos.
Empieza tu prueba gratuitaLa compasión es algo que hay que cultivar, sobre todo porque es una cualidad innata que espera ser aprovechada. Es una cualidad que simplemente queda enterrada en lo más profundo por el ritmo de vida, las obligaciones que tenemos en nuestro plato y nuestro propio diálogo interno. Sólo cuando aquietamos la mente y creamos un espacio mental, nuestra compasión florece. Al practicar la meditación para la autocompasión, ganamos control sobre el parloteo mental y fomentamos que nuestra compasión pase a primer plano.
Piensa en el modo en que tratas a un amigo cercano, ya sea en el día a día o en los momentos difíciles. Lo más probable es que le hables con delicadeza y seas comprensivo con sus problemas. Ahora piensa en tu diálogo interno, ya sea en los patrones de pensamiento diarios sobre ti mismo o cuando sientes que has fracasado en algo. ¿Te das a ti mismo la misma amabilidad y comprensión que ofrecerías a un amigo? Lo más probable es que no. Pero imagina que lo hicieras. ¿Qué pasaría si abordaras tus propios pensamientos y sentimientos de la misma manera que lo harías con los de un amigo?

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Preguntas sobre la autocompasión

El protocolo más extendido y utilizado tanto en el contexto clínico como en el normal está representado por una intervención grupal denominada Mindfulness-Based Stress Reduction (MBSR). Se trata de un protocolo caracterizado por la enseñanza de prácticas formales e informales de meditación, ejercicios de yoga y el intercambio de experiencias en grupo (Kabat-Zinn, 2009). El objetivo de la MBSR es mejorar la capacidad de atención plena de los participantes, ayudándoles a integrar la actividad de su mente y su cuerpo de forma no crítica. A partir del programa MBSR, en los años siguientes se han desarrollado muchos protocolos basados en él con fines de investigación, integrando diversos aspectos de las ciencias psicológicas y del comportamiento (Shonin et al., 2013).
El entrenamiento mental siguiendo un programa basado en mindfulness parece aumentar las habilidades cognitivas tanto como capacidad cognitiva como flexibilidad cognitiva. La primera incluye la memoria de trabajo y la inteligencia fluida, la segunda apoya la adaptación de un individuo utilizando nuevas respuestas y estrategias. El entrenamiento de mindfulness se asocia con un aumento de la capacidad de la memoria de trabajo, la flexibilidad cognitiva y los beneficios sobre la inteligencia fluida (Roeser et al., 2013; Ruocco y Direkoglu, 2013; Jha et al., 2019). También promueve el pensamiento creativo y las habilidades de resolución de problemas (Colzato et al., 2012; Ostafin y Kassman, 2012; Raffone y Srinivasan, 2017).

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Test de autocompasión

En el monasterio, entendí vagamente las enseñanzas del bello monje tailandés que me indicó que prestara atención a la respiración que entraba y salía de mis fosas nasales. Sonaba bastante fácil. Así que me senté e intenté prestar atención, 16 horas al día, y muy pronto tuve mi primera gran realización: No tenía el control de mi mente.
Me sentí humilde y algo angustiado por lo mucho que mi mente divagaba. Atendía a una respiración, a dos respiraciones, quizá a tres, y luego mi mente se perdía en pensamientos, dejando mi cuerpo sentado, una cáscara vacía. Frustrada e impaciente, empecé a preguntarme: “¿Por qué no puedo hacer esto? Todos los demás parecen estar sentados tan tranquilamente. ¿Qué me pasa a mí?”.
Al cuarto día, me encontré con un monje de Londres, que me preguntó cómo estaba. Era la primera vez que hablaba en cuatro días, y de mi boca salió un diluvio de las ansiedades que llevaba conmigo. “Soy una meditadora terrible. No puedo hacerlo. Me esfuerzo mucho, y cada vez que me esfuerzo más, me enredo aún más. La meditación debe ser para otro tipo de personas más espirituales y tranquilas. Creo que no es el camino adecuado para mí”.

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