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Ayudar a los demás
Ayudar a los necesitados
La idea de que ayudar a los demás forma parte de una vida significativa existe desde hace miles de años. Aristóteles escribió que la felicidad y la plenitud se consiguen “amando más que siendo amado”. Según la psicóloga Carol Ryff, que revisó los escritos de numerosos filósofos a lo largo de la historia, las relaciones con los demás son “una característica central de una vida positiva y bien vivida”.
¿Vamos por el camino equivocado? Las nuevas investigaciones aportan cada vez más pruebas de que el comportamiento amable y servicial nos hace sentir que nuestra vida tiene sentido, y descubren lo que podemos hacer para obtener esos beneficios.
A menudo, los psicólogos han distinguido entre dos tipos de bienestar: el bienestar hedónico (una sensación de felicidad) y el bienestar eudaimónico (una sensación de sentido y propósito). Aunque la felicidad y el sentido se solapan significativamente, los investigadores sospechan que ayudar a los demás es especialmente crucial para desarrollar un sentido.
Un estudio reciente de Roy Baumeister, de la Universidad Estatal de Florida, trató de investigar ésta y otras diferencias entre la felicidad y el sentido. En una encuesta realizada a más de 300 participantes, los investigadores buscaron rasgos y comportamientos que estuvieran relacionados con la felicidad (pero no con el sentido) y viceversa. Los investigadores descubrieron que tener fuertes conexiones sociales era importante tanto para la felicidad como para el sentido. Sin embargo, ayudar a los necesitados e identificarse como un “dador” en las relaciones estaba relacionado únicamente con el sentido.
Ensayo sobre la ayuda a los demás
“La mejor manera de no sentirse desesperado es levantarse y hacer algo. No esperes a que te ocurran cosas buenas. Si sales y haces que ocurran cosas buenas, llenarás el mundo de esperanza, te llenarás a ti mismo de esperanza.”
“El mejor antídoto que conozco para la preocupación es el trabajo. La mejor cura para el cansancio es el reto de ayudar a alguien que está aún más cansado”. Una de las grandes ironías de la vida es ésta: El que sirve casi siempre se beneficia más que el que es servido”.
“No quiero vivir en un mundo en el que no nos cuidemos unos a otros. No sólo la gente que está cerca de nosotros, sino cualquiera que necesite una mano. No puedo cambiar la forma de pensar de los demás, ni lo que deciden hacer, pero puedo aportar mi granito de arena”.
“No basta con haber vivido. Deberíamos estar decididos a vivir para algo. Puedo sugerir que sea creando alegría para los demás, compartiendo lo que tenemos para mejorar la humanidad, llevando esperanza a los perdidos y amor a los solitarios”.
“Los guapos suelen ser infelices. Esperan que todos se enamoren de su belleza. ¿Cómo puede una persona estar contenta cuando su felicidad está en manos de otra persona, lista para ser aplastada en cualquier momento? Las personas de aspecto corriente son muy superiores, porque se ven obligadas a trabajar de verdad para conseguir sus objetivos, en lugar de esperar que la gente se derrumbe para ayudarles.”
La importancia de ayudar a los demás
En nuestro mundo tecnológico, podemos pasar un día entero sin necesidad de ver o hablar físicamente con otra persona. Gracias a los dispositivos digitales y a Internet, podemos trabajar y pedir nuestra comida, y casi cualquier otra cosa que necesitemos, desde casa. Podemos pasar días sin interactuar más que con la pantalla táctil o el ratón y el teclado. Y aunque la tecnología no es intrínsecamente mala, facilita la separación de las personas.
Pero ese no es el tipo de mundo en el que queremos vivir. Hay muchas cosas buenas en nuestro mundo moderno, pero las personas que lo habitan deberían encabezar la lista. Interesarte de verdad por tu familia, tus amigos, tus vecinos e incluso los desconocidos es una de las decisiones más gratificantes que puedes tomar para ti y para los que te rodean y a los que decides servir.
Piensa en la última vez que ayudaste a alguien, ya sea abriendo la puerta a un compañero de clase o rastrillando las hojas de tu anciano vecino. Mientras lo hacías y después, ¿cómo te sentiste? Apostamos a que te sentiste feliz y con una actitud más positiva ante la vida. Y es que la forma más rápida de sentir alegría es sirviendo a los demás.
Ayudar a los demás te hace sentir bien
Si alguna vez te has preguntado si tu genuino placer por ayudar a los demás se acerca a la sobre-indulgencia, hay algunas cosas que puedes hacer para superar la adicción a la agencia, o evitarla por completo. En primer lugar, hazte algunas preguntas: Cuando no estás ayudando a los demás, ¿te sientes ansioso o sin rumbo? ¿Te sientes a la defensiva o despectivo cuando te enteras de que las personas a las que has ayudado han encontrado útil el consejo de otro, o que no te han consultado sobre un problema? ¿Se imagina a menudo ayudando a otros con consejos que cambian la vida? Responder afirmativamente a algunas de las preguntas anteriores no confirma necesariamente que ayudes en exceso, pero podría indicar que es algo que debes vigilar. A continuación, comprométase a ser un socio igualitario, y no un salvador. Un signo revelador de la sobreayuda es cuando te encuentras haciendo más para ayudar a los demás que lo que ellos hacen por sí mismos. También puede evitar la dependencia midiendo la mejora. La grandeza de un entrenador puede medirse por su capacidad de ayudar a alguien a crecer hasta el punto de no necesitarlo más.